martes, junio 28, 2011

La Moustache

Título: La Moustache


Director: Emmanuel Carrère


Año: 2005


País: Francia


Duración: 87









Marc Thiriez (Vincent Lindon) acaba de afeitarse el bigote, para mostrarle a su mujer Agnès (Emmanuelle Devos) como está sin él. Pero sin embargo nadie, ni siquiera ella, parece apreciar que se lo ha afeitado, y de hecho, todo el mundo coincide en que nunca tuvo bigote. Marc, sin llegar a saber qué es lo que ocurre y como puede ser que su realidad y la de sus allegados sea tan distinta, comienza a ver que todo, desde su matrimonio hasta su percepción de la realidad se van desmoronando.


Un gesto tan inocente, y lo que acaba desatando!


Los bigotes molan. Y si no, piensen en Friedrich Nietzsche, Bernd Schuster, Günther y/o Burt Reynolds. Por no citar a los muchachos de Bigotón Watch, The Handlebar Club, y por supuesto, a los del Campeonato Mundial de Barbas y Mostachos. Si incluso Vegeta tuvo bigote! Por eso, una peli que de entrada se titule El Bigote, solo puede acarrear cosas buenas. Eso, o porno homosexual. Pero en este caso, estamos dentro de la primera opción.

Película más o menos exitosa en Cannes y Sitges del 2005, debo admitir que llegó a mi conocimiento de un modo totalmente casual, al pasar desapercibida para la opinión pública, en una reunión probablemente clandestina con señores de la talla de Javi Camino o Multisanti (además de gente sin autopublicidad en Internet cuya identidad por tanto me guardo salvo aviso de que quiere ser citada). En aquel entonces, me había dejado un sabor de boca realmente bueno, pero claro, a uno le queda la duda de si después de unos 5 años sigue pareciéndole buena, y así decidí revisionarla.

Y esto si que es componer un plano interiorizando de modo gracioso.


Lo que uno se encuentra es una cinta extraña, que comenzando por una simple anécdota como lo es el afeitarse un bigote, evoluciona rápidamente a un despiporre de extrañeza en el mundo del protagonista, poniendo en duda realidad y existencia de un modo cada vez más evidente al tiempo que engancha y fascina al espectador precisamente por el no saber ni de donde ni hacia donde va todo. Esto lo hace mediante una muestra aparentemente lineal del tiempo, que se une a la percepción del protagonista, de modo que gracias a ese derrumbe del mundo donde se llega al punto en que lo que acabamos de oír ya no tiene validez y era falso en la siguiente frase, nosotros mismos nos hacemos un lío y llegamos a percibir y dudar tanto como lo hace Marc.

Al comienzo, eso sí, todo eso nos va creando más risa que espanto, pero como si en una novela de Kafka se tratara, rápidamente se sume en un entorno que solo está en contra de lo que piensa el protagonista, aislándonos con él gracias a esa percepción que comentaba antes. Un uso del tiempo entre las escenas magnífico le da un ritmo apasionante, precisamente en base al querer saber lo que ocurre realmente, y de hecho, incluso la diferencia que marca en la velocidad del comienzo y la del final, pausando mucho más el tiempo en base sobre todo a la forma de vida que adquiere el personaje, acaba favoreciendo todo esto, llegando a entrar en esa fase final en un entorno ya más propio de un sueño repetitivo que en la realidad que marcaba el comienzo, dando, no obstante, un tinte circular a la historia gracias a ello. Aunque el final resulte algo anodino.

Para ello, el propio escritor de la novela original, Emmanuel Carrère, dirige la película con un estilo muy fragmentado, con unas relaciones entre escenas muy marcadas, y un uso de la cámara y la fotografía de Patrick Blossier que varía en función de cada momento, primando una subjetivización de la vida del personaje por medio de una narración transparente pero moderna. Así, no duda introducirnos en la psique del personaje mostrándolo desde fuera como el absoluto protagonista a excepción de una secuencia suelta de modo que estamos ligados continuamente a sus sensaciones. De este modo, no duda en hacer, por ejemplo, un plano cenital que comienza a girar para convertirse en un tambor de lavadora girando o en no dejarnos ver nada por culpa de la lluvia extrema de los cristales de un coche.

Solucionemos los problemas con drogas!


Destacar también el buen uso de los espacios, que el director evita mostrarnos y explicarnos en su totalidad, dando con ello a la ambientación realista, un buen uso hacia una mayor interiorización del personaje como elemento sobre el que giran las estancias gracias a esos espacios cualquiera que definía el sr. Deleuze que nos llevaba a la imagen afección. Algo que aquí quedaría demostrado. Vemos esto en momentos como las secuencias del final, donde no sabemos nada más que que él está viajando, yendo y viniendo en un eterno retorno, pero su mundo está ya totalmente destruido y por eso no vemos más que su espacio personal. Ni siquiera vemos apenas las vistas que tiene.

A ello ayuda el montaje de Camille Cotte, desde luego, pero aún así no querría hacerle demasiados aspavientos. Principalmente, por lo irregular de su presencia, resultando chocante en las secuencias iniciales con una cantidad de cortes totalmente analíticos, pero desorientadores e innecesarios que no hacen sino entorpecer el ritmo del relato, y después, sin embargo, consiguiendo incluso mantener los planos durante ratos largos de modo que la acción transcurra en su totalidad sin cortes. Aún así, gustando demasiado de mostrar todo, evitando planos secuencia complejos. O quizás precisamente lo hace porque no quedaran demasiado bien. A ello, se le suman los feos fundidos entre secuencia, totalmente innecesarios, y aún por encima sacando del film al espectador.

Desde el sonido, nada excesivamente destacable salvo su búsqueda de pasar desapercibido y apoyar no obstante a esa interiorización. Para ello, utiliza en ocasiones sonidos propios de la realidad como es la secuencia citada antes con la lavadora, o en otras mediante el uso de la música, con el Concierto Para Violín y Orquesta de Philip Glass sonando en repetidos momentos, e incluso jugando con ésta y la realidad diegética de los personajes.

Comprar esa chaqueta también traerá su miga, como es lógico.


Personajes, por cierto, perfectamente interpretados en los roles principales, con un Vincent Lindon perfectamente creíble que aguanta el tirón durante toda la película con una contundencia interpretativa notable. Y eso, a pesar de los distintos registros, y el aire perpetuamente perdido que acaba alcanzando. Además, una Emmanuelle Devos que lo acompaña a un nivel muy bueno también, moviéndose con soltura en un personaje que no acaba de entenderse por lo externo que nos resulta, y lo variado de su interpretación acorde a esto.

El resto del reparto, con buen estilo también, pero sin ningún aspecto sorprendente. Destacar si acaso a Mathieu Amalric, con el papel más largo de los que entran en el metraje, y que sale bien parado, pero algo forzado en su diálogo, y también a Macha Polikarpova por salir en las mismas secuencias que el otro citado, aunque también sin hacer nada extraordinario con el personaje. Ojo, que sobre todo es porque son muy muy secundarios y ni tienen tiempo de desarrollo.

Bigote en el pasaporte, pero no en la realidad. La manera perfecta de conseguir ser sospechoso.


Resumen:

Un guión muy bien planteado desde el siempre difícil punto de la desestructuración de la realidad temporal, que se suma a una puesta en escena totalmente subjetiva y una gran actuación de Vincent Lindon que hacen que la peli, en sí, mole de cojones. Y todo, además, con una idea de partida tan simple y absurda como el afeitarse el bigote.



PUNTUACION

Originalidad/Riesgo: 9.5
Técnica: 8.0
Guión: 8.5
Actuación: 8.5

TOTAL: 8.5

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martes, junio 21, 2011

Viva

Título: Viva


Director: Anna Biller


Año: 2007


País: USA


Duración: 120









Barbi (Anna Biller) y Sheila (Bridget Brno) son dos amas de casa que empiezan a rondar los 30. La primera es más cohibida, mientras que la segunda ve con buenos ojos la liberación sexual de la mujer, y se siente atraída por ella como mujer de carácter hedonista que es. Así que cuando ambas rompen sus matrimonios de manera simultánea, Sheila convence a Barbi para arriesgarse a vivir su vida liberada, acabando por irse a mundos de subversión moral extraños para ellas, pero, como querían, llenos de aventuras.



Si, eso en esta peli es un intento de ir sexy.

Lo de la recuperación nostálgica de muchas cosas de los 60, 70 y 80 es algo que todos hemos aceptado ya desde hace algún tiempo. Y no seré yo quien lo critique, especialmente dentro del cine, donde esta recuperación y homenaje nos ha dado joyas como la Grindhouse de los sres. Tarantino y Rodríguez, o la propia Machete del segundo, además de Hell Ride, Hobo With A Shotgun, Los Mercenarios o Sukiyaki Western Django. Y tantas otras que podríamos citar, recogiendo esa vertiente de diversión pura.

Y lo que hace Anna Biller en la presente cinta, es básicamente lo mismo, pero recogiendo en cierto modo el espíritu de las nudies metiéndolo en un contexto setentero de liberación sexual que se enlaza directamente con esos circuitos de liberación actuales en los cuales cosas como Shortbus tuvieron una acogida más que buena. Y la verdad es que la merecía.

De este modo, la historia, más bien sencillita y muy directa, consigue un aire desenfadado que, especialmente en la primera parte, está lo bastante llena de humor como para que entretenga. Hacia el conflicto, sin embargo, la trama se va volviendo más lineal y con menos ritmo, librándose por lo exagerado que es todo en el mundo que nos presenta, tanto por los personajes, como las situaciones, donde incluso llega a permitirse meter varios momentos de canciones que no vienen excesivamente a cuento y rupturas de la 4ª pared, como, sobre todo, la ambientación.

Porque si hay un aspecto cuidado en toda la película, este es el de la ambientación. Basta ver un par de fotogramas para sentirse totalmente desplazado a los años 70 americanos, con todo ese despendole y absoluto desfase que se proponía en blaxploitations como Coffy o en las pelis de Russ Meyer. Y así, consiguiendo dotar a todo de un carácter excesivo y de cierto tono paródico que incluso retrotrae a un carácter de cartoons hechos con imagen real. Similar en ello a la sensación que tengo al ver Speed Racer o LazyTown.

Díganme que eso no son dibujos animados andantes.


Esto lo enlaza en el aspecto técnico con la fotografía de C. Thomas Lewis, tremendamente lúcida y esplendorosa, apoyándose en torno a todo ese cúmulo de colores que representaban tan bien la liberación sexual post hippie. Y la hippie también, pero eso aquí no se trata. Incluso en alguna ocasión, hacia el final, con un juego de desenfoque y enfoque al ritmo de los jadeos de Viva que, personalmente, me pareció cojonudo.

Desde lo que es el trabajo más de emplazamientos de cámara, destacar el juego entre la dirección de Anna Biller y su propio montaje. Digo esto por la cantidad de fallos de raccord de movimientos y posiciones y saltos de eje que nos propone a lo largo de la cinta, y la verdad es que sin llegar a denotar nunca si son realmente errores o aciertos en cuanto a esa búsqueda de un espíritu de serie B mal ejecutada técnicamente a la que rinde homenaje en otras partes.

Por lo demás del montaje, no resulta excesivamente confuso, y tiene un buen ritmo, destacándose las escenas de musical y esa secuencia de animación psicodélica que se queda añeja hoy en día, pero demasiado moderna (por la forma y el color, que no por los motivos) para la época que representa. También citar esos cambios de escena fundiendo a negro que se repiten una y otra vez, en ocasiones incluso dejando parados a los personajes en su posición final, y que resultan cansinos por su capacidad para transportarnos a un espacio ya excesivamente televisivo. Pero qué coño, nuevamente no sé si es intencionado!

De esto hablo cuando digo lo de la psicodelia anacrónica.


A ello, añadimos una banda sonora en la que la música está presente de un modo muy constante, apoyando la narración y ese ambiente irreal y sexualmente agradable que transmite. Principalmente, por su línea estilística, emparentada directamente con las bandas sonoras del porno setentero. Por lo demás, bastante simple en cuanto a sonidos, destacando la voz sobre todo, muy inteligible, y ambientaciones más bien sosas que se apoyan precisamente en esa presencia de la música para resultar imperceptibles en su ausencia.

Respecto a las actuaciones, pues qué decir. Nuevamente nos encontramos con algo que nos atrae hacia esas nudies en su poca calidad naturalista, pero en esta ocasión, estoy casi seguro que sin ser intencionado, o como mucho, exagerado por no poder acceder a mucho más con sus actores. Empezando por la protagonista, la propia Anna Biller, que está bastante exagerada en la mayor parte de las escenas y nunca llega a enganchar por culpa de eso, o Bridget Brno, la más aceptable en cuanto a la óptica naturalista que estoy tomando como referencia para analizarlas, pero aún así también terriblemente sosa y poco comunicativa.

De los chicos, Chad England directamente parece una caricatura andante, cosa que ocurre también, en gran medida, con Jared Sanford. Aún así, este último dando algún momento más o menos interesante e incluso creíble. Donde ya se alcanzan niveles mucho más exageradamente irreales es entre los actores de reparto, siendo buen ejemplo de esto Marcus DeAnda o John Klemantaski. Claro está que, teniendo en cuenta las caracterizaciones que llevan, no es fácil poder tomárselos en serio. Y de hecho, con esas actuaciones fuera de tono, consiguen elevar el nivel de diversión de la cinta, así que qué coño, pensemos que es una apuesta real de la directora por lo histriónico. Pero conste, que si fuese así, podrían ir más allá también.


Y con lo del desenfoque que molaba, me refería a esto. Imagínenlo yendo y viniendo a ritmo de jadeos.


Resumen:

Otra mirada vuelta hacia el cine de los 70 y 60, en esta ocasión hacia las nudies, pero dándole un aura de liberación sexual muy interesante por su transportación a la actualidad, además de jugar con una técnica y una narrativa que no llega a dejar claro hasta donde homenajea a lo trash y cutre, o realmente comete errores, llegando, no obstante, a un punto ambiguo que le da aún más diversión al conjunto.



PUNTUACION

Originalidad/Riesgo: 8.5
Técnica: 7.5
Guión: 6.5
Actuación: 6.5

TOTAL: 7.5

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martes, junio 14, 2011

Even Hitler Had A Girlfriend

Título: Even Hitler Had A Girlfriend


Director: Ronnie Cramer


Año: 1992


País: USA


Duración: 98









Marcus (Andren Scott) es un vigilante de seguridad de 30 años que está totalmente solo. No tiene pareja, no tiene amigos, y no tiene siquiera el más mínimo contacto humano. Y le gustan, mucho, las mujeres. Lo único que hace es plantearse sus problemas con ellas y el hecho de que no llega a conseguir establecer una relación, mientras se dedica a ver mujeres desnudándose en un canal X y mirar por ventanas a parejas. Hasta que acaba aceptando que quizás deba acabar usando los servicios de meretrices para poder mejorar un poco su vida. Aunque le salga algo caro y se funda todo su dinero.



Nuestro protagonista, en su estado más sexy.

A medida que el tiempo desde el último polvo va alargándose poco a poco, uno comienza a hacerse muchas preguntas. Principalmente, las motivaciones de que ese tiempo siga alargándose. Es algo inherente a la condición de loser, y, coño, patéticamente bonito y divertido, como la condición de loser en sí misma. Eso es lo que nos han enseñado en comedias como American Pie o Pagafantas. Cada una en su estilo, claro está.

No obstante, el hecho de estar solo y sin amigos, con un trabajo que no es precisamente el sueño de juventud que todos tuvimos, y ver que la vida te lleva por delante, te empieza a hacer pensar, principalmente, en el porqué de la situación. Pero si de repente te hacen ver que tienes pinta de asesino en serie, y de hecho das el perfil psicológico en muchas de las características, empieza a dar miedito.

Hablo tanto de los pensamientos porque es en torno a estos y a la evolución del protagonista al respecto, que se estructura el guión. Planteándolo todo con una voz en off muy constante que nos va guiando sobre las imágenes, la historia consigue un ritmo muy pausado a pesar de su intención de comedia, por culpa de la constante repetición de motivos y de esquemas, introduciéndonos de ese modo en la vida monótona del personaje en cuestión. El problema, evidentemente, es que con esa lentitud y esa monotonía, es fácil que resulte cansino a muchos espectadores, puesto que en gran parte del film no llega a contar nada.

Además, a ello se suma que la entonación de la voz en off resulta más bien aburrida y sosa, y el resto de la actuación no está demasiado lejos… Andren Scout, si bien por su perfil físico y su presencia hace un personaje perfecto para lo que exige el guión, está más bien apagado y falto de fuerza, no llegando en ningún momento a hacerse demasiado creíble. Y teniendo en cuenta que es el único personaje con importancia en la historia, y que se carga la peli a la espalda, esto le resta mucho a lo que ya le faltaba al guión.

Donde sí se le debe aceptar un acierto bastante grande es en cuanto a la sordidez que la puesta en escena transmite, combinando un estilo sucio en la fotografía del propio Cramer y que aprovecha bastante bien las obsesiones del protagonista con esa imagen típica de una película directa a vídeo de principios de los 90, recordándome en este aspecto a la sordidez que transmite Nekromantik por su imagen (incluso con una escena que no hizo más que confirmar esta idea), mezclándolo con esa obsesión por el personaje protagonista y su interior y esa lentitud y desarrollo de Yo, Zombie, a la que también recuerda en la imagen, o incluso de Bilbao.

Para qué comprarse una cámara de vídeo, si no es para ser un buen voyeur?


Eso sí, marcando tremendamente la falta de presupuesto en muchos de los planos, y resultando más bien pobre en muchas de las escenas, que no hacen sino aumentar toda esa sensación de pesadez que hace que la cinta se alargue, especialmente en el primer tramo. Constantemente nos encontramos con planos tremendamente largos, y sobre todo, repetidos una y otra vez, como es el de la bañera, apoyando la monotonía sí, pero no estoy seguro de si era esa la intención.

Porque el montaje, que también hace Cramer, parece intentar variar dentro de las escasas posibilidades que tiene, metiendo, por ejemplo, una cantidad enorme de imágenes de textos, además de todas las escenas de mujeres desnudándose, combinando además las formas de verlo a través de pantalla o en la realidad cuando las graba el propio Marcus. Destacar también al respecto del montaje los dos momentos de imágenes probablemente pirateadas sin ninguna vergüenza a toda hostia, que intenta meter en la extrañeza del mundo del protagonista, pero sin conseguirlo demasiado bien al resultar demasiado evidente y forzado.

Uno de los mejores planos de toda la peli.


Unas chicas que, por cierto, mientras se desnudan en la tele parece que lo que ve Marcus en lugar de un canal X de cable, es ese estilo de striptease soft que algunas cadenas locales utilizan para rellenar las noches, bastante poco atractivo y sensual. Pero sí, sórdido de cojones. Por cierto, entre las que aparecen en el mundo real e incluso hablan, destacar a Jean Wolf y a Karen Burns, las únicas que, sin estar tampoco excesivamente bien, sí consiguen hacerse mínimamente creíbles. Y digo mínimamente, porque las demás, están a un nivel muy muy bajo.

El sonido, pues bastante bien teniendo en cuenta que no tenían presupuesto y la mayoría no es sonido directo, presentando mucha música de fondo y esa voz en off que ya comentaba antes que hace acto de presencia de modo bastante habitual. De todos modos, bastante bien dados esos problemillas que siempre se tiene cuando no hay pasta, ya saben, resultando muy denso todo y no demasiado limpio. Pero así también se enlaza perfectamente con la imagen.


Hay cosas que nunca dejarán de ser risibles.


Resumen:

Unas cuantas ideas bastante buenas en esta peli, pero un guión algo escaso para la duración que propone, destacando demasiado la monotonía del protagonista, y además con bastantes problemas en las actuaciones que solo hacen que la peli avance con más problemas. Además, con una producción bastante floja, que ayuda a transmitir mucha sordidez, pero no permite que la dirección resuelva los problemas que traían el guión y los actores.



PUNTUACION

Originalidad/Riesgo: 8.5
Técnica: 6.0
Guión: 5.0
Actuación: 2.0

TOTAL: 5.5

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jueves, junio 09, 2011

Jacarandá

Título: Jacaranda


Autor: Shiriagari Kotobuki


Año: 2002-2004


País: Japón


Edición: Dolmen


Tomos: Integral de 320 pag.









Un día, en algún lugar de Tokio, comienza a nacer, en medio del asfalto, un brote. Rápidamente alcanza un tamaño considerable, y sus raíces, extendiéndose por el subsuelo, comienzan a sembrar el caos. Lo que en un principio solo eran baches, rápidamente aumentan de tamaño y se suceden los derrumbamientos y las explosiones provocando un escenario dantesco, mientras el árbol sigue creciendo hasta un tamaño absurdamente grande.

Pensar en comprar bolsos cuando la ciudad se va a destruir... Bonita sociedad la nuestra.


Si buscan en la Wikipedia, encontrarán que el Jacarandá es un género de árboles típicamente sudamericanos. Bueno, eso y muchas más cosas, pero si quieren lo miran allí. Y por algún motivo, no se si relacionado con su origen o solo por sus características, es el árbol que Shiriagari Kotobuki pensó perfecto para destruir Tokio. Bueno, una versión grande, como lo es Godzilla a un lagarto normal, y solo una parte de Tokio. Y si, se que la comparación a Godzilla, tratándose de un producto japonés sobre algo gigante, es muy fácil. Pero es que el mismo autor lo hace en una explicación que está al final del volumen.

Porque lejos de lo que puede parecer en un comienzo, esta es una obra que se ve beneficiada por una explicación, pues su simbolismo y la forma en que está narrada su historia no ayudan precisamente a comprender lo que el autor quería decir. Todo transcurre casi sin ningún diálogo, y muchas de las viñetas son simples muestras de destrucción masiva, llegando a un final sorprendente y que no hace sino enfatizar esa extrañeza e incomprensión tras las 300 páginas aproximadas que dura.

Lo que hace Kotobuki es crear en un comienzo una crítica dura y directa a la sociedad actual, a los medios de comunicación e insensibilidad social. Esto, hasta que estalla de repente la catástrofe, en forma de brote primero, pero rápidamente más grande, de modo que las viñetas sin diálogo que comentaba antes van ganando protagonismo, y cada vez nos encontramos con algo que ocurre más rápido, y de un modo más caótico, pero siempre visual, llegando a un final donde de repente la calma se mezcla con la velocidad de lectura que traíamos, consiguiendo un efecto cojonudo en la evolución del relato.

Trenes contra árboles gigantes, está claro quien gana no?.


Los dibujos empleados para contar esto, tremendamente eficaces en cuanto a su capacidad de transmitir movimiento y dinamismo, y ayudando por tanto en ese caos que se presenta. Además, en cuanto a los personajes humanos, tremendamente expresivos en sus expresiones. Incluso en ocasiones llega a recoger elementos expresionistas en la forma de alargar y alterar las líneas, tanto de la gente como de los objetos.

Eso sí, por culpa de todo esto, llegando a hacer que el lector se pierda, debido al excesivo caos de algunas viñetas donde no llegamos a saber realmente qué se está representando, si es un coche o un edificio reventando, de donde viene la explosión… Además, esas caras, si bien son muy expresivas como decía arriba, también reconozco que resultan excesivamente bidimensionales, restándole en alguna ocasión unión con los fondos y haciendo que parezcan más pegotes ahí colocados que personajes de la historia.

Y eso que la catástrofe no cuadra en festivo.


De todos modos, estos personajes, tampoco llegan a tener interés por sí mismos en casi ningún caso, y solo alguno nos podrá interesar durante un par de páginas a lo sumo. Porque realmente, los humanos de la historia representan esa sociedad masificada, especialmente en la capital nipona, y no importan por individuos, sino como anécdotas concretas de una catástrofe que acaba por unirlos como una sola víctima colectiva. Y ese efecto lo consigue también mediante la despersonalización de los mismos en gran parte de las viñetas.

Es por esto que, realmente, no llegamos a sufrir pena con casi ningún momento, en ese estilo de narración televisiva que criticaba al comienzo donde la tragedia más absurda se mezcla con mujeres ligeras de ropa, soft news y políticos largando (añadiendo algo de deporte), de modo que nada tiene importancia y lo poco que nos pueda interesar una noticia por dolor o preocupación nos lo quita la siguiente con risa o alicientes sexuales. Sin embargo, el estilo de Kotobuki sí nos consigue transmitir un aura de violencia en todo que nos hace ver la intención de destrucción del autor. A lo que se suma, también, el aire de calma y respiración en algún momento concreto, destacándose además las partes oscuras y las luminosas a este respecto.

Con todo, consigue una unidad narrativa acojonante en cuanto a contenido, rápida en cuanto a narración, y que si se le debería echar algo en cara, es que tanta destrucción y una evolución de la misma tan continua, acaban por resultar algo monótonas en la parte central, donde sabemos que todo va a seguir igual y solo pasamos páginas alucinando con esa violencia y deseando que algo rompa con la continuidad.

A esto me refería con lo difícil que es seguirlo en ocasiones.


Resumen:

Un manga extraño y con el estigma de resultar muy personal para el autor, donde la violencia, el caos y la destrucción se mezclan con elementos de crítica social y simbolismos que el propio Kotobuki necesita explicar en un anexo, consiguiendo una unidad coherente e interesante. Narrado de tal forma que si se le debe echar algo en cara es, principalmente, la excesiva repetición de motivos en alguna parte, y un dibujo algo confuso para tanto caos en más de una viñeta.




PUNTUACION

Originalidad/Riesgo: 9.5
Dibujo:: 8.0
Guión: 7.5
Personajes: 7.5

TOTAL: 8.0

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viernes, junio 03, 2011

Raiders Of The Lost Ark: The Adaptation

Título: Raiders of the Lost Ark: The Adaptation


Director: Eric Zala


Año: 1989


País: USA


Duración: 100









Indiana Jones (Chris Strompolos) es un arqueólogo aventurero que recibe el encargo de rescatar el arca de la alianza. Principalmente, porque Hitler está detrás de ella, y en la pista buena. Además, cuentan con su principal rival, Belloq (Eric Zala) como aliado, por lo que nuestro protagonista tendrá un aliciente más para conseguirla, viajando hasta Egipto para tener que lidiar no solo con sus enemigos, sino también con los obstáculos y trampas que encierran los restos de alto interés arqueológico en que tendrá que buscar. Y sí, esto es una versión de En Busca Del Arca Perdida, pero hecha por fans adolescentes.


Toda una declaración de intenciones, que deja claro qué es esta peli.

La pasión es algo fundamental en el cine, tanto desde el punto de vista de quien lo hace, como de aquellos que lo ven. Por mucho que se nieguen a entenderlo determinados sectores, más apasionados por el dinero que por el cine en sí mismo. Y pocas cosas hay más apasionadas que un niño que, de repente, rinde pleitesía a algo. Por eso muchos directores se formaron en su etapa juvenil, intentando grabar cosillas como es el caso de los señores Raimi, Rodriguez o Roth, por usar solo apellidos que empiecen con R.

Y si bien estos se dedicaban a cositas cortas y más bien a modo de juego inocente, es lógico que también apareciese algún jovenzuelo que, directamente, se le ocurriese la idea de copiar lo más parecida posible, una peli entera. Como si fuese un productor exploitation italiano, pero sin afán de engañar a los compradores. Así es como nace este proyecto, gracias a esa chispa infantil que tan bien sabían encender Spielberg y Lucas, y que se junta también con la tenacidad de los chavales, pues está elaborado durante 8 años (según el texto que aparece al comienzo, según otras informaciones varía el tiempo).

Vale, si, el ídolo es menos fino, pero quien les dice que si llega a ponerse así en la original, no les hubiese colado como algo valioso?


Claro está que el guión está copiado directamente de la original, e incluso el crédito al respecto se lo quedan Lawrence Kasdan, George Lucas y Philip Kauffman, así que en cuanto a la forma de la historia, desarrollo y demás, no tiene demasiada diferencia con el film de Spielberg. A excepción, evidentemente de las dificultades de producción a las que se tuvieron que enfrentar, salvándolas bastante bien en la mayoría de ocasiones, como es la barca que sustituye en ese prólogo de presentación al hidroavión, o el perro que hace las veces de mono. Así pues, el ritmo es básicamente calcado a la original, y de hecho dura 10 minutos menos, al acortar lógicamente las escenas de acción. Porque algunas como la de la lucha en el avión que acaba despedazando al rival de Indy eran bastante difíciles y caras de hacer. De hecho, incluso se le debe reconocer que, en alguna parte, gracias a ese aligeramiento, consigue hacerse más entretenida y rápida.

De este modo, nos enfrentamos en todo momento a una producción tremendamente casera y de andar por casa. A excepción de determinados momentos donde vemos que al menos se portaron con los chavales y les dejaban grabar, por ejemplo, en un barco militar. Que no es poco. Pero bueno, la luz, los disfraces, el atrezzo… todo está en una clave de cutrerío que, vale, no nos ayuda a entrar en la peli, pero hacen todo entrañable y divertido. Porque ver una maqueta egipcia hecha con cajas o cómo se falsea un callejón típicamente yankee para que se asemeje a un zoco, es algo que no tiene precio. Y lo que es peor, que consiguen en muchas ocasiones más credibilidad que pelis con más presupuesto, o incluso cortos de gente que dice haber estudiado cine.

A esto me refiero con lo del zoco, pero qué más da, tengan algo de imaginación, joder!


Además, desde la dirección de Eric Zala se está constantemente intentando evitar estos pequeños desajustes, muchas veces con éxito (la secuencia de la piedra que persigue a Indy es incluso más efectiva). También hay otras muchas en las que el éxito es más nulo, y como espectadores perdemos noción espacial, o hay algún pequeño problema de lógica de continuidad que nos choca. Pero era preferible eso que el hecho de copiar plano por plano todo el film (y ojo, que gran parte de la película intenta hacerlo).

La fotografía de Jayson Lamb, lo mismo que decía antes, con muchos problemas por la falta de presupuesto y conocimientos, y sobre todo dependiendo de los elementos naturales en exteriores, con algunos momentos nocturnos donde nos quedamos sin ver nada, y algunas soluciones en interiores acertadas. Lo importante, como en el resto, la intención y el hecho de que no choca en casi ningún momento, así que tampoco se le debería criticar.

Este es el único plano que me parece imperdonable, porque si se supone que es un hueco en la arena, solo había que encuadrar correctamente!


Y el montaje, del propio Lamb, dependiendo tremendamente de esos planos grabados, y sin destacar excesivamente. Se podría echar en cara algún corte que choca por la falta de continuidad, especialmente al comienzo, algún plano que se hace largo, en conversaciones sobre todo, o algún momento donde la lógica temporal desaparece. Pero por lo general cumpliendo de sobras las expectativas.

Donde sí vería más problemas salvables es en el sonido, donde al hecho de que los actores, lógicamente, no tienen una gran dicción, se suman ruidos constantemente, especialmente del viento en exteriores. Y el hecho de que la copia que vi proceda de VHS, desgraciadamente no ayuda para poder apreciarlo. Esto, con la música original de John Williams insertada por el medio, por cierto.

3 de los protagonistas. En otros planos, ella se cortará el pelo, y ellos crecerán.


Y los actores, pues qué les voy a decir, que están totalmente sobreactuados en su mayoría, pero da igual porque es parte del conjunto que estamos viendo. Chris Strompolos, un Indy más calmado y de apariencia loser que Harrison Ford, y al que se le nota la diferencia de años entre algunos planos de un modo brutal. Pero que lo hace bastante bien. Lo mismo que ocurre con Angela Rodriguez, que es brutal en su evolución física, sobre todo por los cambios de peinado entre planos. Y también salvando bastante bien la actuación. Pero ambos sin demasiada fuerza en sus papeles pese a estar mínimamente naturales.

Destacar al otro del, digamos, trío protagonista, que es el propio director Eric Zala, que consigue una actuación cojonuda en alguna secuencia, creando un personaje bastante odioso en general. Son los restantes los que bajan más el nivel de las actuaciones y se fuerzan brutalmente. Destacar al respecto a Alan Stenum o a Ted Ross, que en algún momento incluso parecen leer el texto de algún lado.

Por suerte, conservaron este plano, para mí el mejor de la película (tanto en la original como en esta).


Resumen:
Una película que, si bien admito que es cutre y tiene errores en todas partes, también tiene la gran ventaja de estar hecha por amor al cine, o por amor a una película concreta, que es lo mismo. Y precisamente por esto, y porque lo consigue transmitir, se debe valorar en torno a esa condición de homenaje puro y sin pretensión, consiguiendo ser muy fiel y arriesgada, además de curiosa por la edad de sus creadores. Por mucha ayuda que tuviesen de algunos adultos.



PUNTUACION

Originalidad/Riesgo: 9.0
Técnica: 7.0
Guión: 7.5
Actuación: 5.5

TOTAL: 7.5

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