martes, junio 28, 2011

La Moustache

Título: La Moustache


Director: Emmanuel Carrère


Año: 2005


País: Francia


Duración: 87









Marc Thiriez (Vincent Lindon) acaba de afeitarse el bigote, para mostrarle a su mujer Agnès (Emmanuelle Devos) como está sin él. Pero sin embargo nadie, ni siquiera ella, parece apreciar que se lo ha afeitado, y de hecho, todo el mundo coincide en que nunca tuvo bigote. Marc, sin llegar a saber qué es lo que ocurre y como puede ser que su realidad y la de sus allegados sea tan distinta, comienza a ver que todo, desde su matrimonio hasta su percepción de la realidad se van desmoronando.


Un gesto tan inocente, y lo que acaba desatando!


Los bigotes molan. Y si no, piensen en Friedrich Nietzsche, Bernd Schuster, Günther y/o Burt Reynolds. Por no citar a los muchachos de Bigotón Watch, The Handlebar Club, y por supuesto, a los del Campeonato Mundial de Barbas y Mostachos. Si incluso Vegeta tuvo bigote! Por eso, una peli que de entrada se titule El Bigote, solo puede acarrear cosas buenas. Eso, o porno homosexual. Pero en este caso, estamos dentro de la primera opción.

Película más o menos exitosa en Cannes y Sitges del 2005, debo admitir que llegó a mi conocimiento de un modo totalmente casual, al pasar desapercibida para la opinión pública, en una reunión probablemente clandestina con señores de la talla de Javi Camino o Multisanti (además de gente sin autopublicidad en Internet cuya identidad por tanto me guardo salvo aviso de que quiere ser citada). En aquel entonces, me había dejado un sabor de boca realmente bueno, pero claro, a uno le queda la duda de si después de unos 5 años sigue pareciéndole buena, y así decidí revisionarla.

Y esto si que es componer un plano interiorizando de modo gracioso.


Lo que uno se encuentra es una cinta extraña, que comenzando por una simple anécdota como lo es el afeitarse un bigote, evoluciona rápidamente a un despiporre de extrañeza en el mundo del protagonista, poniendo en duda realidad y existencia de un modo cada vez más evidente al tiempo que engancha y fascina al espectador precisamente por el no saber ni de donde ni hacia donde va todo. Esto lo hace mediante una muestra aparentemente lineal del tiempo, que se une a la percepción del protagonista, de modo que gracias a ese derrumbe del mundo donde se llega al punto en que lo que acabamos de oír ya no tiene validez y era falso en la siguiente frase, nosotros mismos nos hacemos un lío y llegamos a percibir y dudar tanto como lo hace Marc.

Al comienzo, eso sí, todo eso nos va creando más risa que espanto, pero como si en una novela de Kafka se tratara, rápidamente se sume en un entorno que solo está en contra de lo que piensa el protagonista, aislándonos con él gracias a esa percepción que comentaba antes. Un uso del tiempo entre las escenas magnífico le da un ritmo apasionante, precisamente en base al querer saber lo que ocurre realmente, y de hecho, incluso la diferencia que marca en la velocidad del comienzo y la del final, pausando mucho más el tiempo en base sobre todo a la forma de vida que adquiere el personaje, acaba favoreciendo todo esto, llegando a entrar en esa fase final en un entorno ya más propio de un sueño repetitivo que en la realidad que marcaba el comienzo, dando, no obstante, un tinte circular a la historia gracias a ello. Aunque el final resulte algo anodino.

Para ello, el propio escritor de la novela original, Emmanuel Carrère, dirige la película con un estilo muy fragmentado, con unas relaciones entre escenas muy marcadas, y un uso de la cámara y la fotografía de Patrick Blossier que varía en función de cada momento, primando una subjetivización de la vida del personaje por medio de una narración transparente pero moderna. Así, no duda introducirnos en la psique del personaje mostrándolo desde fuera como el absoluto protagonista a excepción de una secuencia suelta de modo que estamos ligados continuamente a sus sensaciones. De este modo, no duda en hacer, por ejemplo, un plano cenital que comienza a girar para convertirse en un tambor de lavadora girando o en no dejarnos ver nada por culpa de la lluvia extrema de los cristales de un coche.

Solucionemos los problemas con drogas!


Destacar también el buen uso de los espacios, que el director evita mostrarnos y explicarnos en su totalidad, dando con ello a la ambientación realista, un buen uso hacia una mayor interiorización del personaje como elemento sobre el que giran las estancias gracias a esos espacios cualquiera que definía el sr. Deleuze que nos llevaba a la imagen afección. Algo que aquí quedaría demostrado. Vemos esto en momentos como las secuencias del final, donde no sabemos nada más que que él está viajando, yendo y viniendo en un eterno retorno, pero su mundo está ya totalmente destruido y por eso no vemos más que su espacio personal. Ni siquiera vemos apenas las vistas que tiene.

A ello ayuda el montaje de Camille Cotte, desde luego, pero aún así no querría hacerle demasiados aspavientos. Principalmente, por lo irregular de su presencia, resultando chocante en las secuencias iniciales con una cantidad de cortes totalmente analíticos, pero desorientadores e innecesarios que no hacen sino entorpecer el ritmo del relato, y después, sin embargo, consiguiendo incluso mantener los planos durante ratos largos de modo que la acción transcurra en su totalidad sin cortes. Aún así, gustando demasiado de mostrar todo, evitando planos secuencia complejos. O quizás precisamente lo hace porque no quedaran demasiado bien. A ello, se le suman los feos fundidos entre secuencia, totalmente innecesarios, y aún por encima sacando del film al espectador.

Desde el sonido, nada excesivamente destacable salvo su búsqueda de pasar desapercibido y apoyar no obstante a esa interiorización. Para ello, utiliza en ocasiones sonidos propios de la realidad como es la secuencia citada antes con la lavadora, o en otras mediante el uso de la música, con el Concierto Para Violín y Orquesta de Philip Glass sonando en repetidos momentos, e incluso jugando con ésta y la realidad diegética de los personajes.

Comprar esa chaqueta también traerá su miga, como es lógico.


Personajes, por cierto, perfectamente interpretados en los roles principales, con un Vincent Lindon perfectamente creíble que aguanta el tirón durante toda la película con una contundencia interpretativa notable. Y eso, a pesar de los distintos registros, y el aire perpetuamente perdido que acaba alcanzando. Además, una Emmanuelle Devos que lo acompaña a un nivel muy bueno también, moviéndose con soltura en un personaje que no acaba de entenderse por lo externo que nos resulta, y lo variado de su interpretación acorde a esto.

El resto del reparto, con buen estilo también, pero sin ningún aspecto sorprendente. Destacar si acaso a Mathieu Amalric, con el papel más largo de los que entran en el metraje, y que sale bien parado, pero algo forzado en su diálogo, y también a Macha Polikarpova por salir en las mismas secuencias que el otro citado, aunque también sin hacer nada extraordinario con el personaje. Ojo, que sobre todo es porque son muy muy secundarios y ni tienen tiempo de desarrollo.

Bigote en el pasaporte, pero no en la realidad. La manera perfecta de conseguir ser sospechoso.


Resumen:

Un guión muy bien planteado desde el siempre difícil punto de la desestructuración de la realidad temporal, que se suma a una puesta en escena totalmente subjetiva y una gran actuación de Vincent Lindon que hacen que la peli, en sí, mole de cojones. Y todo, además, con una idea de partida tan simple y absurda como el afeitarse el bigote.



PUNTUACION

Originalidad/Riesgo: 9.5
Técnica: 8.0
Guión: 8.5
Actuación: 8.5

TOTAL: 8.5

1 comentario:

Thalia dijo...

This is fantastic!

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