lunes, agosto 29, 2011

El Hombre De Al Lado


Título: El Hombre De Al Lado


Director: Mariano Cohn / Gastón Duprat


Año: 2009


País: Argentina


Duración: 103









Leonardo (Rafael Spregelburd) es un diseñador de muebles de éxito que vive en una casa muy especial de La Plata, diseñada por el propio Le Corbusier. De repente, un día su vecino Víctor (Daniel Aráoz) decide que quiere hacer una ventana que da directamente a una de la casa de Leonardo. Aunque este le pide por activa y por pasiva que renuncie a su ventana, Víctor es un hombre cabezón, y seguirá con la obra, estableciéndose entre los dos un tenso vínculo donde la mirada altiva de quien se cree más inteligente gobierna nuestra visión.


Las dos ventanas que dan pie a la historia.


El diseño, la arquitectura, el arte moderno en general es sinónimo de la sublimación del espíritu para algunos, pero vacío con apariencia y lleno de pretenciosidad para otros muchos. Y a quién podemos culpar de esa evolución del gusto artístico? Pues hay quien lo hace con Pollock, o hay quien lo hace con Le Corbusier. Desde luego, seguro que habría muchos más, pero también desde luego estos dos, o más bien los que elevan a categoría de genialidad todas sus obras (porque no digo que no tengan algunas cosas positivas), son y han sido parte del problema. Y también el miedo de muchos intelectuales a aceptar que no todo lo que elevan a los altares los que vinieron antes que ellos, o que supuestamente saben más, puede ser una mierda. Pero estoy seguro de que también ocurría antes de la llegada del arte contemporáneo.

Hija mía, te voy a dar la chapa mientras me reflejo en todos esos espejos colocados de modo tan útil.


En gran medida, esta es la idea sobre la cual se sustenta gran parte del guión del que estamos hablando. Con una duda constante sobre los valores realmente intelectuales del protagonista, la casa Curutchet -única construida por Le Corbusier en toda América como se dice al comienzo del film- sirve de escenario irónicamente perfecto para ello. De este modo, con la tensión entre los dos propietarios vemos la falsedad, la pretenciosidad y la falta de autoestima real que se esconde tantas veces bajo el disfraz intelectual, en una postura claramente antigafapasta, en el sentido que habitualmente entendemos por gafapasta.

De este modo, la historia se desenvuelve sobre todo en base a personajes, y a un desarrollo solamente ambientado en la casa y sus inmediaciones, consiguiendo gracias al absurdo de ese contraste de personalidades una comedia fresca y festiva en muchos momentos, llena de ritmo, aún a pesar de los cortes que suponen las escenas individualizadas y lo poco que vemos realmente de los personajes más allá de su relación mutua.

Gafapastas escuchando música.


Tratamiento de la puesta en escena coherente con todo ello, jugando constantemente desde la dirección de Mariano Cohn y Gastón Duprat con las formas de la Curutchet, y aprovechándose de ellas para construir planos que se mantienen durante largo rato, muchas veces tomándolos con cámara en mano. De este modo, la arquitectura propia de la casa, y su carácter y espíritu acaban consiguiendo mucha personalidad en el relato, siendo incluso importantes para el desarrollo de alguna de las escenas, además de la propia base argumental.

Interesante desde este punto el montaje de Klaus Borges y Jerónimo Carranza, que se permite el lujo de combinar distintos ritmos en función del avance del film, pero dando preponderancia precisamente a estas escenas que se desarrollan en un solo plano, fijo las más de las veces pero también meneándose cuando es necesario, y por cierto haciendo en el comienzo un uso de la pantalla partida que recuerda al de La Soledad y su polivisión, dejando patente precisamente esa destrucción de la pretenciosidad que propone el guión.

Y respecto al sonido, pues primordial tanto desde los continuos golpes, llamadas en off y ruidos varios que hace Víctor, hasta precisamente el modo subjetivo de percibirlos por parte de los personajes, ahora tapándose los oídos, ahora confundiéndolos con la música… Todo luchando por introducirnos como espectadores, precisamente en la locura que viven Leonardo y su familia.

El interior de la casa, accesible y simple.


A ello ayuda el trabajo de interpretación de los actores, con un Rafael Spregelburd que está perfecto en su papel pretencioso pero mundano al mismo tiempo, mostrando y representando a la perfección a ese estereotipo que además tanto abunda en diseño y/o arquitectura de pseudoartista intelectual tremendamente vacío pero lleno de éxito. También Daniel Aráoz está muy bien, sirviendo de contrapartida con su papel de villero sin demasiada cultura pero al final más lógico que todos los que le miran por encima del hombro. Y, ojo, que aunque jueguen con estereotipos hacen interesante el proyecto.

En el resto del reparto, con mucha menos capacidad en sus personajes para ser desarrollados, destacaría Eugenia Alonso, algo menos cerebral de lo que debería, pero convincente y suficientemente cansina, que es lo que necesita su personaje, e Inés Budassi, que solo con sus bailes y su presencia vacía, consigue dar impulso a mucho del personaje principal y sus relaciones con el mundo. También en un papel parecido, precisamente por lo vacío de diálogos y simple canalizador del protagonista, Eugenio Scopel, que al igual que la anterior citada, consigue dar un plus de extrañeza, pero también de humor a la historia.

Espero que esto no fuera una rajada de Messi...


Resumen:

Una buena comedia, que critica todas las poses pseudointelectuales con la guasa de ambientarse en una construcción de Le Corbusier, con un trabajo de guión notable, y una puesta en escena inteligente que sabe aprovecharse de las ventajas con que cuenta, tanto de espacio como de actores, consiguiendo sus propósitos con creces.



PUNTUACION

Originalidad/Riesgo: 8.5
Técnica: 8.0
Guión: 8.5
Actuación: 7.5

TOTAL: 8.0

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