viernes, marzo 16, 2012

Sátántangó

Título: Sátántangó


Director: Béla Tarr


Año: 1994


País: Hungría / Alemania / Suiza


Duración: 423









En una granja colectiva húngara, parte de los habitantes están esperando para repartirse un dinero que todos quieren para sí mismos. Pero la violencia inherente a la decadencia en la que viven, bebiendo y trabajando sin esperanzas ni nada más que hacer mientras ven pasar “esta vida de mierda” como se llega a decir en el propio film, harán que la aldea sufra por sí misma la desgracia en forma de muerte, y su única salida estará en fiarse de un guía que no acaba de ser del todo fiable para los habitantes.


"No lo dejaremos para los gitanos". Toda una frase que resume la forma de pensar de los personajes.


De entrada, una peli de más de 7 horas, con solo unos 180 planos aproximadamente, y dirigida por un director con gusto por lo contemplativo como es Béla Tarr, parece que va a ser una experiencia de esfuerzo contra el sueño más que un disfrute cinematográfico. Pues bien, si algo hay que admitirle es que en global se hace entretenida –especialmente viéndola en grupo con gentes como don Anxolo Nunes y doña Lau Blanco-, y la duración se hace perfectamente comprensible y asequible en función de la narrativa de Tarr, lo cual es un mérito ya extraordinario.

Además, precisamente por ese ritmo pausado que imprime el húngaro a sus películas y ese gusto por las acciones completas pase lo que pase y evitando en lo posible el cambio de plano, la historia se desarrolla de un modo que el espectador la puede asir, presenciándola con una naturalidad pasmosa, y consiguiendo convertirse, de este modo, en una experiencia totalmente diferente de cualquier otro film que al menos yo haya visto hasta ahora. No vamos a negar, eso sí, que en esa pretensión de la muestra sin cortes, llegue a meter alguna secuencia que apenas aporta durante más de 10 minutos -ni siquiera a la poesía audiovisual que suele buscar- como es la del baile en la taberna, en el cual se suma también lo repetitivo de la melodía. Pero que también hace memorables esas partes, y dan ese aire especial de decadencia desesperada a la vida de los protagonistas.

Este es el plano principal de la secuencia. Así, 10 minutos aproximadamente, salvo medio minuto en el que hay un plano de una ventana.


Además también debemos tener en cuenta que esa duración de planos que busca Béla Tarr le separa de otros directores tradicionalmente contemplativos, como sería el caso de Theo Angelopoulos o Aleksandr Sokurov gracias a que consigue un misterio especial en su ambientación, una sensación de que algo va a pasar y que nunca da llegado, aportando mucho de lo entretenido de su cine, que si bien no es desde luego comercial, se aleja de la pretenciosidad pura para mezclar a la perfección el ritmo de los personajes con el ritmo narrativo, buscando contar una historia de ficción con un estilo propio, más allá de aleccionar moral o intelectualmente. Cosa que consigue, pero sin ser la pretensión primordial, o al menos sin ser lo que mete como bandera de su forma de hacer cine. Y eso, obviando la presencia puntual de diálogos repletos de violencia que no hacen sino lanzar a la superficie de los personajes su realidad interior, y crear puntos donde nuevamente parece que todo va a explotar irremisiblemente, aunque suele no hacerlo.

Con todo, lo que se nos muestra, es una historia donde la suciedad y el abandono son los protagonistas estéticos, en un rural que, curiosamente, a unos espectadores gallegos no nos resultaría extraño ni lejano. Y creo que a nadie que esté acostumbrado al rural en cualquier parte del mundo occidental. En esta ambientación, una historia basada en una novela de László Krasznahorkai (aunque supuestamente pasaran bastante del guión) donde la mezquindad y esa suciedad del alma humana cobran una forma muy familiar, y que tristemente, Tarr no duda en retratar en una escena de maltrato a un gato innecesaria por el hecho de usar uno de verdad. Confiemos en que más allá del agobio por verse encerrado y por verse arrastrado por una niña no le pasara más al pobre animal, como de hecho ha declarado Tarr.

Por este ambiente desesperado, como decimos, el director húngaro mueve la cámara con sus tradicionales trávellings laterales y momentos de seguimiento a los personajes por interminables caminos, logrando que la atmósfera penetre en el espectador, gracias también a ese blanco y negro muy suave que suele buscar junto al director de foto Gábor Medvigy. De tal modo que la peli, en conjunto, consigue un tono homogéneo y degradado, también condicionándose al tiempo gris y nublado, cuando no lluvioso y ventoso, que se relaciona también con la suciedad de los suelos, habitualmente llenos de barro y/o basura. Destacar al repecto de todo esto planos como el inicial, que nos mete de lleno en la aldea, o aquel en el que dos personajes recorren un camino lleno de basura y papeles que el viento va arrastrando.

Ahí están, caminando entre la mugre, que les ataca.


La banda sonora, por su parte, mezclando melodías repetitivas y que en otro tipo de cines estarían totalmente prohibidas, con la presencia de unos graves muy acentuados, además de zumbidos constantes que ayudan a crear ese clima de pesadez y profundidad que también conseguía la imagen, con su pausa y su montaje. Un montaje de la habitual colaboradora de Tarr, Ágnes Hranitzky (habitual hasta el punto de compartir créditos como directora en todas sus películas desde Armonías De Werckmeister) del que poco más habría que decir, dado el relativo poco trabajo que supone dada la duración de los planos, y que simplemente se basa en aportar una cierta continuidad al film, además de ese ritmo tan característico. También destacarle el hecho de que no duda en ir adelante y atrás en los tiempos narrativos, explicándonos la situación por medio de cruces entre los personajes en acciones que vimos anteriormente en un juego muy bien hecho y que aporta además un plus de satisfacción al espectador cuando descubre en qué momento de la historia está.

Aparte, unas actuaciones que, en ese ambiente de decadencia, también transmiten la desesperación de quien no tiene motivos ni siquiera para vivir, más que el hecho de vivir en sí mismo. Lo representa a la perfección Peter Berling, que desde su visión voyeurística y alcohólica analiza al pueblo, pero también Miklós Székely B., desde su aparencia de inteligencia superior al resto, pero combinada con una mirada perdida constantemente.

Así es la granja colectiva: sucia, húmeda y destartalada. Lo idílico de vivir en el campo hecho cine, vamos.


Y es que, como digo, todos los personajes de este reparto coral están perfectamente diseñados para mostrarnos el patetismo de sus vidas. Impresionante, de quedarnos con los que se salen de la norma, la aún niña Erika Bók y Mihály Vig, la primera por su combinación con la maldad, sirviendo de representación carnal de todo lo que venimos diciendo a lo largo del análisis sobre la desesperación y la violencia inherente, y el segundo por todo lo contrario, por mostrarse como una especie de luz que ilumina a los restantes, mostrándose como un tipo inteligente que, eso sí, y precisamente por esto, puede aprovecharse perfectamente de los demás.

También, al respecto de estas actuaciones, destacar la capacidad de los actores para recitar esos largos discursos, destacando de nuevo Mihály Vig, pero también István Juhász con su repetición absurda y sin sentido de un discurso durante una secuencia de unos 10 minutos (y solo un par de planos), que estoy seguro de que era, en gran medida, improvisación del actor sobre el motivo base. Pero que realmente se hace cargante, como se supone que debe ser.

La niña, con su gato, en mitad de unas ruinas. No podría ser más simbólico.

Resumen:
Una peli que, aún a pesar de su duración, se hace entretenida gracias al talento narrativo de Béla Tarr, que con sus tradicionales planos de larga duración y un blanco y negro muy cuidado consigue traspasarnos la desesperación y decadencia de los personajes, y con ello mostrar la mezquindad del alma humana.



PUNTUACION

Originalidad/Riesgo: 10.0
Técnica: 8.5
Guión: 8.5
Actuación: 8.0

TOTAL: 9.0

2 comentarios:

Lau Blanco dijo...

Gran crónica, sí señor.

Luis E. Froiz dijo...

Gracias muchacha! Espero que no lo digas solo porque sales citada!

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