lunes, abril 08, 2013

Salmo Rojo de Miklós Jancsó: Cuando el plano es el principio y el fin.

Se suele decir que el plano es la razónde ser del cine, el elemento base sobre el que trabaja el medio. Si nos centramos en su máxima expresión tanto a nivel de extensión temporal como de significancia, el plano secuencia, podremos citar a grandes defensores como Bazin, para quien la falta de montaje nos acercaba a la realidad, o a Tarkovsky, para quien fue la manera de manejar el tiempo sobre el que esculpir, o a Pasolini, que lo vio como la máxima representación del presente subjetivo. Tres hombres con tres visiones diferentes del cine, pero con una conclusión común respecto a la aproximación a la realidad que supone un plano secuencia.

Es en base a este principio del plano secuencia como fin estético del cine bajo el cual trabaja Miklós Jancsó, hasta el punto de demostrar que se puede dar la situación de amalgamar, en cinco minutos llenos de vida con una cámara que no para y una coreografía de actores y técnicos perfecta, muchísimo más de lo que ofrecen miles de films en 300, 400 o 500 planos montados. Porque la simplicidad, a veces, es la demostración más absoluta de genialidad. O al menos la simplicidad aparente, porque un plano secuencia de 5 minutos alberga una complejidad detrás de la cámara y un trabajo de previsión que habitualmente habrá llevado varias horas o incluso días.

Habitualmente, al hablar del plano secuencia se cita el comienzo de Sed de Mal. No voy a discutir aquí la genialidad del plano ni de Orson Welles. También en ocasiones hablamos de La Soga, una de las películas mejor planteadas en cuanto a narración y su relación con la historia narrada de los 120 años que llevamos de cine. Pues bien, aunque lo que aquí presento sea algo posterior, siendo filmado en 1972, demuestra que Hungría ya antes de Béla Tarr era una tierra pródiga en los planos secuencia y en el tiempo real como unidad narrativa. Y si no, baste con mirar la secuencia que transcurre entre el minuto 32 y el minuto 37 de Még Kér A Nép (Salmo Rojo). Una asombrosa maravilla donde se nos muestra la lucha proletaria contra el opresor y la iglesia de un modo impresionante. Un plano que, insertado dentro de una película mucho más compleja, consigue crear ambiente, presentar la situación y darle un final en un simbolismo sencillo pero con una potencia inigualable al juntarse con la poética de la cámara y su movimiento sin fin con el que consigue hacer que olvidemos que no hay un solo corte en dicha secuencia. Ni falta que hace, porque cuando se hacen las cosas tan bien, el cine, la realidad y la magia parecen uno.

Por cierto, dudo que sea casual que, de lo poco que se puede ver del film en youtube, la escena que aquí describo esté completa, de principio a fin. Siento que no tenga subtítulos, cuando sería interesante para acabar de captar el mensaje y las proclamas, pero bueno, lo importante es esa muestra del talento visual condensado en un plano de 5 minutos:


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