Título: The Searchers
Director: John Ford
Año: 1956
País: USA
Duración: 119
Ethan Edwards (John Wayne) acaba de volver de la guerra de secesión para estar junto a su familia en Texas. Pronto, esta será atacada por un grupo de comanches agresivos, mientras Ethan y Martin Pawley (Jeffrey Hunter), un joven adoptado por la familia años atrás, están fuera para controlar el área y ayudar a sus vecinos como Rangers. Ahora se verán en la obligación moral y personal de buscar a la tribu comanche para rescatar a la pequeña Debbie (de niña, Dana Wood, de adolescente, Natalie Wood), secuestrada durante el ataque.
Cuando una civilización llega a un lugar ya habitado, es evidente que va a haber problemas entre las dos sociedades. Es lo que lleva ocurriendo desde siempre, desde los neandertales y los cromagnones hasta la inmigración actual (lo cual demuestra que no es algo precisamente justificable). El problema viene cuando la que llega es muy superior en fuerza y tecnología, como ocurrió en la conquista de América en general y en el oeste de USA en concreto, donde por mucho que ellos conocieran mejor el terreno, los nativos no tuvieron mucho que hacer.
Y claro, de este modo el hombre blanco norteamericano, años más tarde, lo empleó en el cine para conseguir la bonita y sencilla digresión bueno-malo como uno de los conceptos tópicos del western, con ejemplos como Fort Apache o la presente, que no todo iban a ser pistoleros contra sheriffs como en Solo Ante El Peligro o criadores de vacas como en Río Rojo, y además, así, daban pie a pensar en justificar su posición dominante en el conflicto y enorgullecerse de llevar la sociedad a todos esos pueblos, al igual que después se hizo en Korea u otras guerras.
La historia de la presente, por tanto, se plantea desde ese punto de vista centrado en un hombre blanco relativamente renegado pero del cual apenas conocemos nada, como es el personaje de John Wayne, y en los problemas con cierta tribu india, cuyas motivaciones no parecen ir más allá de ser violentos y guerreros por naturaleza. Todo ello, mezclado con escenas de la vida tejana de posguerra de secesión, como lo que sería el cortejo y el abandono familiar para luchar como hombres, o las tribus indias ya involucradas dentro del entorno social de compraventa.
El principal problema es que la película se mueve a golpes, avanzando a base de escapadas para perseguir a los comanches y con una cantidad de tiempos elípticos enorme, bastante bien explicados por guión para que el espectador no se pierda y resaltando solo momentos importantes de la búsqueda, pero resultando todo el conjunto demasiado fragmentario y superfluo. Todo ello repercute negativamente en el ritmo, que no acaba de conseguir establecerse más allá de escenas aisladas, consiguiendo con eso también orientar al espectador dentro de lo anodino de la búsqueda durante años.
A ello se le suma un uso de la cámara que, siendo una peli del sr. Ford del 56, es evidentemente clasicista, buscando en todo momento el plano general para mostrar la escena e intercalándose con algunos planos para aumentar la sensación del espacio y del ritmo, todo ello hecho, eso sí, con un muy buen uso del espacio desierto para trabajar con la fotografía de Winton C. Hoch, aunque quedándose solamente en esto y en determinados momentos, como serían los del crepúsculo o las escenas que juegan con el interior-exterior, llegando a influenciar cosas como Hasta Que Llegó Su Hora o Malditos Bastardos. El resto, sencillo y plano, siguiendo los cánones y sin buscar ninguna experimentación.
Usar el marco de una puerta: una manera efectiva de reencuadrar por parte del sr. Ford, y de conseguir que haya gente que le descubra por influenciar al sr. Tarantino.
Y esto se complementa lógicamente con un montaje de compromiso hecho por Jack Murray, apoyando solamente el movimiento cuando es necesario para explicar lo que sucede y con bastante simpleza. Además, unos cuantos errores mínimos de raccords de movimiento perdonables por todo el tema de la época y los medios de grabación y no mucho más.
Algo similar le ocurre con el sonido, que técnicamente está perfecto, natural y sin errores, siguiendo los cánones puros del género y la época, y sin ningún problema. Y la música, acompañando de modo correcto, y como el elemento que mejor funciona para apoyar el desarrollo de la historia de modo convincente y coherente.
Respecto a las actuaciones sí hay más que decir, y por ejemplo en el trabajo de John Wayne destaca el hecho de que su personaje se le queda demasiado rudo y renegado, sin llegar a hacerse creíble en casi ningún momento, y sin embargo, sí logrando que sea coherente en toda la cinta y al respecto de lo poco que sabemos de su vida pasada. Por su parte, Jeffrey Hunter está mucho más acertado, y su personaje consigue hacerse con gran parte del protagonismo gracias a ello, además de jugar con un papel más complejo, que se mueve entre el héroe por obligación pero sin dudas y un personaje bueno que busca la justicia sin más.
De los restantes, destacar a Vera Milles, también muy acertada en su personaje de mujer joven desesperada y a Ward Bond, que funciona en gran medida como contrapartida a John Wayne y consigue funcionar, aunque se quede algo forzado en algunos momentos. También Hank Worden debería ser destacado, perfecto en su papel de medio bobo y loco, y entrañable desde el primer momento en que aparece ante la pantalla. Natalie Wood, sin tiempo para hacer nada de demasiado interés.
Resumen:
Un western absolutamente clásico, con un trabajo técnico muy bueno pero que en 1956 ya no aportaba prácticamente nada, y un guión que no acaba de convencer por lo fragmentado que resulta.
PUNTUACION
Originalidad/Riesgo: 6.5
Técnica: 8.0
Guión: 6.5
Actuación: 7.0
TOTAL: 7.0
Originalidad/Riesgo: 6.5
Técnica: 8.0
Guión: 6.5
Actuación: 7.0
TOTAL: 7.0
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