Título: Bad Ronald
Director: Buzz Kulik
Año: 1974
País: USA
Duración: 74
Ronald (Scott Jacoby) es un chaval, hijo de divorciados y sobreprotegido por su madre (Kim Hunter). Un día, accidentalmente, mata a una vecina menor que él y no se le ocurre nada mejor que enterrar el cadáver. Ante tal panorama, la madre decide encerrarlo en el baño y taparlo de modo que nadie pueda descubrir que está ahí hasta que la cosa mejore. El problema viene cuando ella muere y él no llega a salir de su escondite, ni siquiera cuando llegan nuevos inquilinos.
Si tenemos en cuenta pelis como Psicosis, Equus o Carrie, vemos claramente que las madres extremadamente protectoras y raras pueden llegar a producir ciertos desequilibrios en los hijos. De hecho, es un argumento cojonudo para plantear personajes con personalidades totalmente borderline y crear mediante ello historias donde lo enfermizo va cobrando más valor que lo tradicional, entrando ya desde esa familia disfuncional que se plantea.
Ese rollo enfermizo, por supuesto, se encuentra en Bad Ronald, que por sus formas, además de por su sordidez, me recuerda a cosas como El Padrastro o The Baby. Incluso a Que El Cielo La Juzgue. Y es que en todas ellas, destaca la dirección desde un punto de vista muy tradicional y sin mucha más pretensión que la dirección simple y plana, consiguiendo con todo ello un gran efecto que apoya esa sensación que transmitiría el guión por sí mismo.
Cosa de la cual se encarga Buzz Kulik, llevando un estilo plano y distante durante casi todo el metraje, alejándonos de los personajes pero gracias a ello permitiéndonos ver mucho mejor la locura en la que cae el protagonista. Además, ayudado en la dirección de foto por Charles F. Wheeler, otro especialista en lides televisivas, y consiguiendo entre ambos una ambientación malsana precisamente por lo frío y ausente de todo, además del planteamiento claustrofóbico del apenas tener planos exteriores una vez empieza la historia.
De todos modos, precisamente habría que echar en cara a Kulik la falta de explicación y el caso omiso que se le hace al proceso de caída en la locura por parte de Ronald. Que con un par de planos de él pintando y convirtiendo a los habitantes en los personajes de su historia, no es suficiente. Por fortuna, el guión se explica por sí mismo, y el clímax final, ya con Ronald desquiciado, consiguen subir el listón y justificar mucho del desarrollo.
Un guión, adaptado por Andrew Peter Marin de la novela de John Holbrook Vance, en el que se echa de menos, también, un poco más de explicación sobre la ida de olla, y sobre todo, de la evolución temporal de la historia. Puesto que no sabemos si todo pasa en 2 meses o en 2 años, ni nada. Cosa que ayudaría a entender los cambios del personaje y le daría un plus de dramatismo con ello.
Pero bueno, por el resto, la cinta consigue un ritmo cojonudo, sentando las bases de la historia muy rápido y permitiéndose el avance continuo (ya digo, se echa de menos un poco más de chapa y explicaciones, de lo rápido que avanza) y sin aburrir al espectador. Sobre todo, porque las escenas avanzan sin problemas, y con una continuidad creíble y lógica si nos saltamos esas explicaciones que tanto estoy exigiendo.
A ello ayuda el montaje de Samuel E. Beetley, que sigue el resto de planteamientos técnicos, dando un aspecto plano y sin complicaciones, pero al mismo tiempo frío y distante. Habría que echarle en cara, de hecho, algunos momentos en los que provoca un ritmo un tanto cansino y falto de fuerza precisamente por esa frialdad (además de algunos errorcillos de raccord y cambios bruscos sin mucha importancia) aunque en general está bien.
Y el sonido, un aspecto bastante mal superado por parte de William Edmondson en las mezclas, ya que en ocasiones las variaciones de sonido son absolutamente brutales, y de hecho en alguna ocasión llegamos a perder la voz de alguno de los personajes frente a otros en escena. Por suerte, la parte de edición de Victor Guarnier está bastante mejor conseguida, y se mete bien con la música de Fred Karlin, que por cierto logra un buen punto sórdido muy acorde con el rollo televisivo de corte dramático y la chunguez que destila toda la cinta.
Para todo esto, una actuación por parte de Scott Jacoby bastante inconstante, sin llegar a transmitir demasiado al espectador y siendo, en gran medida, uno de los principales problemas de que la evolución del personaje y de la historia no sean excesivamente claros. Aún así, con algún punto más o menos acertado, sobre todo en la parte central, donde Ronald se queda solo.
Kim Hunter, haciendo de madre enfermiza a buen nivel, aunque fuerce al personaje pero consiguiendo, al menos, transmitir y crear algo. Algo bastante contrario a Pippa Scott, quien con una actuación mucho más contenida y creíble consigue mucho menos y deja a su personaje mucho más vacío en líneas generales. Por su parte, Lisa Eilbacher, Cindy Eilbacher y Cindy Fisher haciendo un papel válido y creíble, de lo mejor cualquiera de las tres en cuanto a quedarse en un punto medio entre apoyo a la narración y credibilidad, junto a John Larch. Y no olvidemos a Linda Watkins, la vecina cotilla que, solo con unas cuantas apariciones tremendamente absurdas y exageradas se consigue ganar un hueco en la película y el recuerdo.
Resumen:
Una película extraña especialmente por su argumento, pero que en su desarrollo se queda más en un trabajo televisivo tirando a lo convencional, que además tiene muchos problemas a la hora de contar la historia y unas actuaciones no excesivamente espectaculares.
PUNTUACION
Originalidad/Riesgo: 8.5
Técnica: 5.5
Guión: 6.0
Actuación: 6.5
TOTAL: 7.0
Originalidad/Riesgo: 8.5
Técnica: 5.5
Guión: 6.0
Actuación: 6.5
TOTAL: 7.0
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